6/2/16

VÍCTIMAS DE LA MODA

¿Hasta donde vamos para estar a la última?

CollageWaldemar Strempler

El término Fashion Victim - o Víctima de la Moda - no fue acuñado para ser utilizado literalmente. Más bien se refiere a aquellos que pierden el norte al intentar seguir tendencias que no son adecuadas a su físico o a la ocasión. Que las mini faldas vuelvan a estar en la lista must have de la temporada, no significa que todas tengamos que ponerlas. Lo mismo con las faldas largas, con los pitillos, con los colores flúor, con el mix de estampas o con cualquier otra tendencia. No todo queda bien a todos y cuando nos ponemos algo que nos queda fatal solo para ir a la última y nos dejamos llevar a merced de las tendencias sin tener un estilo propio, no somos más que víctimas de la moda.
Pero la búsqueda por la imagen perfecta y el deseo de estar a la última puede causar víctimas de verdad.
Aunque vivamos más que nunca por y para la imagen, las Fashion Victims no son algo de ahora. Existen desde hace mucho, desde que intentamos encajar en un patrón determinado, moldear nuestro cuerpo a una figura imposible o simplemente ser aquello que no somos para seguir una tendencia. Hablando del tema, lo primero que nos viene a la mente es el corsé. Las cinturas de avispa han causado daños a la salud de muchísimas mujeres. Y es que volviendo atrás en la historia, nos damos cuenta de que la mujer siempre fue mucho más víctima de la moda que el hombre. ¿Nos lo hacemos nosotras mismas, exigiéndonos lo imposible, o son los hombres los que intentan de alguna manera mantenernos bajo control sometiéndonos a verdaderas torturas para estar más guapas? Y si es así: porque lo aceptamos? 


"¿Nos lo hacemos nosotras mismas, exigiéndonos lo imposible, o son los hombres los que intentan de alguna manera mantenernos bajo control sometiéndonos a verdaderas torturas para estar más guapas? Y si es así: porque lo aceptamos?"


Volvamos al corsé, ese mecanismo de tortura, tatarabuelo de la faja, que comprimió y oprimió a las mujeres en el siglo XVI. Su propósito inicial era conseguir una forma cónica y rígida en el torso, moda exigida para las damas de la aristocracia y la nobleza. El corsé gritaba: tengo a gente que me sirve en todo. No tengo siquiera que moverme. Popularizados en la corte de los Medici, los primeros corsés eran totalmente realizados en metal. Sin más comentarios.
A lo largo de los siglos el corsé se va adaptando a los nuevos materiales. Se hacen con tela y se mantienen rígidos a través de un complejo patrón en el que se insertan varillas de metal, madera o hueso. También cambia para adaptarse a nuevas formas, aunque, maldito sea, no desaparece del todo hasta principios del siglo XX con el final de la Belle Epoque y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Deformaciones, desplazamiento de órganos, problemas respiratorios, alteraciones de funciones digestivas o abortos estaban en la orden del día. Todo por la moda.
Paul Poiret y Chanel fueron defensores del abandono del corsé creando una nueva figura femenina, más libre y natural, con sus diseños. Cuando, después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, Christian Dior volvió a aprisionar a la mujer en la cinturita de avispa de su “New Look”, Chanel, que se había alejado de la moda, decide volver para luchar, una vez más, contra el aprisionamiento de la mujer. Que mala hostia y que fuerza tenia esta mujer. Que Dios la bendiga.


"Popularizados en la corte de los Medici,
los primeros corsés eran totalmente realizados en metal."



Por se fuera poco, los corsés no se utilizaban solos. Con la intención de dar un aspecto todavía más estrecho a la cintura, había que aumentar las caderas. Hablamos de panniers, enaguas, crinolinas, miriñaques, polizones y una extensa lista de pertrechos que hacían parte de las prendas interiores de una mujer, con la intención de hacer con que sus faldas alcanzaran un volumen extraordinario. Quizás para que fueran inaccesibles a cualquier hombre que no fuera su marido, único que supuestamente tenía acceso a ese enredado laberinto, con el muy ilustrativo aspecto de jaula. A la mitad del siglo XIX, el tamaño de las faldas eran tan monumental con el uso del miriñaque que era imposible que dos mujeres se sentaran juntas en un mismo sofá. Quizás, ese fuera el truco para impedir la rebelión femenina. Aplastadas, ahogadas e incomunicadas víctimas de la moda.

Hace poco leí, en un artículo de Virginia Mendoza, que Oscar Wilde perdió a dos hermanas abrasadas por culpa de sus enormes faldas en 1871. Un horror. El New York Times estableció un promedio de tres muertes semanales a causa del miriñaque o crinolina. No es broma. Según el periódico The Guardian “Además de las muertes por incendio, ha habido muchas por aplastamiento bajo las ruedas de los carruajes y maquinarias en espacios reducidos”. 


Fotos: Michelle Du Xuan for Tush via Fashion Gone Rogue


Además de la moda, la belleza también es una obsesión que nos persigue, sobre todo a las mujeres, desde hace mucho tiempo. Siempre nosotras. Hace poco en el programa Cuarto Milenio, de Iker Giménez, presentaron una gran variedad de aparatos impresionantes que se utilizaban con el objetivo de cambiar la forma de la nariz, quitar la papada, provocar el rubor natural a través del calor o del frío, rizar el pelo o quitarse las pecas. Las imágenes eran estremecedoras. En cuanto miraba el programa con ojos desorbitados, me di cuenta de que hoy en día hacemos las misma aberraciones, aunque con instrumentos y maquinarias algo más sofisticadas. ¿Hasta donde estamos dispuestos a llegar para mejorar nuestro aspecto físico y nuestra imagen? La liposucción, las cirugías plásticas, el uso de la silicona, del bótox o los tratamiento con láser son tan o más estremecedores y nuestra búsqueda por un cuerpo perfecto infelizmente sigue haciendo víctimas mortales. Quizás en el futuro habrá alguien que nos mire con ojos desorbitados pensando que salvajes éramos en el siglo XXI. Quizás algún día aprendamos algo de todo eso. O no.



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