Galliano para Margiela: Ni uno, ni otro
Después de un tratamiento de desintoxicación por las drogas y el alcohol,
que le han sumido en una profunda depresión que culminó en el fatídico episodio
de sus declaraciones antisemitas en una terraza parisina,
John Galliano, el "niño maldito" de la moda, ha vuelto.
Muchos me habéis preguntado mi opinión sobre la vuelta de Galliano como director creativo
de la Maison Martin Margiela. La verdad es que me sorprendió muchísimo (hablé de ello aquí).
No podría imaginar dos estilos más antagónicos.
Para empezar, el belga Martin Margiela es discreto.
Es la antítesis de lo extravagante y a lo largo de su carrera
se ha posicionado lo más lejos posible de la afectación de la moda.
Su trabajo es innovador, es cierto, pero su innovación va hacia la deconstrucción
de una arquitectura minimalista, contemporánea y vanguardista.
Según la mismísima Susy Menkes, fue uno de los primeros diseñadores a levantar
la bandera del reciclado en la moda, en el auge de la extravagante opulencia de los años 80.
Presentó sus colecciones en mercadillos o expuestas en las bolsas plásticas de lavado en seco
de las tintorerías. Sin duda es un rebelde, pero muy reservado.
Galliano es un showman.
Un iconoclasta que va hacia el maximalismo más extremo, reconstruyendo y recreando
sus composiciones como si cada una de ellas estuviera destinada a romper tabúes y
a ser el centro de una discusión moral y/o filosófica. Lo suyo es puro teatro y excentricidad.
He leído muchas opiniones, profesionales o no, sobre su fichaje pero una se me quedó grabada.
Cito: "Finalmente nos libraremos de las enfermeras estreñidas de Martin Margiela".
¿Había encontrado el motivo de la contratación de Galliano?
El pasado mes de diciembre, en los British Fashion Awards, la todo poderosa Anna Wintour
aparecía vestida con el primer "Galliano para Margiela", dejando de lado la tradición de vestir Chanel
para la ocasión. Toda una declaración de intenciones.
El mismísimo diseñador hacía su primera aparición formal, con su nuevo look:
pelo recogido hacia atrás, rostro afeitado y smoking,
muy lejos de sus estrafalarios atuendos y peinados del pasado.
Finalmente, el 12 de enero, la Maison Margiela presentó, en Londres, su colección "Artisanal",
la primera de Galliano para la casa. La colección fue presentada en Londres, y no en París.
Después de todo el revuelo con Galliano en esta ciudad y su despido de la Maison Dior,
seguramente el equipo pensó que sería más prudente programar su retorno en otra ciudad.
Un centenar de invitados VIPs, muchos amigos del diseñador, entre ellos,
la Señora Wintour y Kate Moss.
Todo estuvo pensado para que Galliano se sintiera lo más seguro posible.
Las primeras imágenes que vi me dejaron en choque.
Los medios han sacado lo más "Gallianesco", perdón por el neologismo, de la colección.
Ese traje final (¿Dios mío, sería de novia?) en rojo,
con una máscara que me pareció de extremo mal gusto,
ha dado la vuelta al mundo en todas las webs y redes sociales.
En mi opinión, la dichosa mascara está entre la perversión sexual cinematográfica
y una película B de horror carnavalesco.
Los comentarios sobre ese look final van desde "genial" hasta "Power Ranger".
Antes de emitir mi opinión, quise ver todo el desfile y analizar la colección como un todo
y algunas cosas me gustan. Otras, sinceramente, no.
En medio de la vorágine creativa del gibraltareño, que presentó varios looks con caras
que me han recordado al pintor italiano Arcimboldo, se han visto trajes de corte impecable
y vestidos rojos en terciopelo de seda que casi nos recuerdan que lo que vemos
es un desfile de la Maison Margiela. Abrigos con bolsillos en PVC con enormes puños de cuero integrados
y algunos otros pocos detalles han llamado mi atención. Punto.
En general, lo que yo he visto no es ni Galliano, ni Margiela. Y es una pena.
Muchos críticos han alabado su retorno como un soplo de aire fresco en una moda
que se estaba dirigiendo hacia la calle y hacia una normalidad rozando el aburrimiento.
Quizás tengan razón. Yo, lo que creo, es que hemos asistido a una poderosa acción de marketing.
El señor Renzo Rosso, actual dueño de la Maison Martin Margiela, ha apostado todas sus cartas
en cambiar una marca que, a lo mejor, no iba tan bien como parecía.
El futuro dirá si su jugada tendrá éxito.
Me encantaba Margiela, sus diseños arquitectónicos de líneas sencillas me apasionaban, por lo contrario no soy muy de Galliano y sinceramente esta mezcla tampoco me apasiona... Una pena para la maison Margiela, en mi opinión!
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