SLOW
Es una palabra inglesa que se ve más y más en distintos medios refiriéndose a los más variados temas.
"Slow Food", "Slow Fashion", "Slow City", son apenas algunas áreas
donde se ha visto involucrada la palabra "Slow".
Su más común traducción para el español, según el traductor de google, es "Lenta".
Una palabra que no nos causa una sensación muy agradable,
en el acelerado mundo en que vivimos.
Pero, que quiere decir exactamente ese "Slow" cada vez más presente en nuestras vidas?
A esta altura la gran mayoría de nosotros ya nos hemos dado cuenta que todo va muy, pero que muy, deprisa. El proceso de aceleración de nuestras vidas empezó hace algunas décadas. Muchos dicen que con la Revolución Industrial. El hecho de producir en grandes cantidades y la posibilidad de hacer en pocas horas trayectos que anteriormente llevaban semanas o meses son, sin duda, factores que han impulsado nuestra sociedad al vértigo. El transporte de mercancías a tiempos inimaginables posibilitó nuevas oportunidades de negocio y la economía pasó de local a mundial antes de que nos diéramos cuenta.
Jugando todas las cartas en una sociedad de consumo, empezamos a vivir una época en que, también sin que nos diéramos cuenta, dejamos de ser "personas" para ser "consumidores".
La inocente llegada de los ordenadores a nuestras casas y puestos de trabajo añadió un ingrediente más a un caldero que ya empezaba a calentarse. Y que nadie me interprete mal: no estoy en absoluto contra la tecnología. Creo firmemente que nada es bueno o malo. Las cosas simplemente son. Hasta que nosotros, humanos, interactuamos con ellas.
Internet sin duda vino para hacer una gran transformación en el mundo y, al hacerlo parecer más pequeño, ha hecho que todo vaya todavía mucho más rápido. Las redes sociales y todas las posibilidades de comunicación que se han desplegado justo delante de nuestros ojos son maravillosas.
Pero también nos pueden esclavizar.
"Sin que nos diéramos cuenta,
dejamos de ser personas para ser consumidores"
En la actualidad las respuestas tienen que ser inmediatas, lo que nos hace estar "conectados" prácticamente las 24 horas del día. Y parece que 24 horas ya no son suficientes. Tenemos que hacer más, rendir más, consumir más, tener más y hasta nos vemos obligados a ser más felices. Al menos en las redes sociales. Empezamos esa carrera y poco a poco nos percatamos que aunque nuestra semana siga teniendo 7 días y nuestros días 24 horas, siempre tenemos la sensación de que necesitamos hacer más. Nos falta tiempo y todo va muy deprisa. Muchos de nosotros hemos llegado al punto de dejar de lado nuestra propia salud y bien estar para participar en esa carrera y, lo que es mucho peor, hemos puesto
la salud y el bien estar de nuestro planeta en juego.
Hacemos todo tan deprisa que ya no encontramos placer en nada. Todo se ha vuelto imprescindible pero ya nada nos satisface. Y es en ese momento, en el que parece que estamos llegando a la velocidad límite que nos pueden dar nuestros motores, que surge el movimiento "Slow".
A mi, me llegó a través de la moda. El Slow Fashion trata de concienciarnos como ciudadanos, frenando el consumo excesivo, buscando soluciones de producción más limpias para el planeta y más honestas para la sociedad en general, ya sea para con los trabajadores de la industria textil,
ya sea para con los que compran sus productos.
Una revolución que empieza con la moda puede parecer poca cosa pero os garantizo que no lo es. En cuanto otros sectores industriales se ven parados o sufren retrocesos, el año pasado la fabricación mundial de moda y textiles se incrementó un 2,7% según la Organización de la Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial. El dato nos da una idea del poder de la industria textil en el mercado. La moda tiene mucha fuerza.
"Nuestra tarea es encontrar el equilibrio
entre lo mejor que fuimos
y lo mejor que podemos llegar a ser."
Comprar ropa, zapatos y accesorios nuevos cada temporada, no está en la lista de necesidades básicas de los seres humanos. Pero, para mantener la industria funcionando a todo gas,
nos han hecho creer que no podemos vivir sin ello.
Ese discurso, poco a poco, empieza a perder su fuerza. Nos hemos dado cuenta ya de que nuestra economía está enferma. Me atrevería a decir que todo nuestro sistema está enfermo. Empezamos a percibir que tenemos que revisar nuestras prioridades y cambiar las reglas del juego.
La llegada del Vintage, del DIY y de los productos orgánicos son claros síntomas de que más y más personas quieren salir de la rueda y buscar una nueva manera de hacer las cosas. La valoración del artesano, del objeto único y de la producción local se hace más y más presente en nuestro día a día.
Ya no seremos como nuestros abuelos y bisabuelos, aunque la añoranza de tiempos más tranquilos y de una vida más simple nos haga buscar en el pasado nuestras referencias. Nuestra tarea es encontrar el equilibrio entre lo mejor que fuimos y lo mejor que podemos llegar a ser.
La revolución ya está aquí, lenta pero segura.
Artículo publicado en el Periódico El Día.
Para leer online pincha aquí.
En el próximo post comentaré sobre la bella imagen que ilustra el texto. (Cameo - Australia)
Ya sabes que este tema me encanta. La revolución llegará pero hemos de hacer tantos cambios antes... Cambios en la economía, en la sociedad, en nuestras mentes, educar nuestra manera de comprar... Pero creo que poco a poco se llegará! Un beso!
ResponderEliminarSeguiremos intentando Noémie! Juntos llegaremos.
EliminarGracias por comentar!
Un beso!